Por la noche, Mathilda me comentó que también era cliente de alguna de las referencias anotadas y, a juzgar por lo que vi en su casa, la calidad de los productos era innegable.
Quedé fascinada por la originalidad y por la variedad de colores dulces y suaves estampados, capaces de convertir tu hogar en un espacio personal, cargado de calidez. Estaba convencida de que a mis familiares y amigos también les encantarían.
Entonces me dije, ¿por qué no intentar comercializarlos en casa? Así nació Blaubloom. Nunca volveré a pasar tanto frío. Aprendí la lección y por fin soy previsora. Cuando visito a mis amigos en Copenhaguen, no me olvido de llenar la maleta de regalos. Por cierto, ¡Mathilda se ha convertido en una de mis mejores clientes...!